El maxilar y la mandíbula tienen dos componentes básicos distintos en su origen y función: el hueso alveolar y el basal.
El hueso alveolar es el que soporta al diente y, por ello, al perderse tiende a reabsorberse y desaparecer. Por otra parte, el hueso basal en es el que inserta y da origen a los músculos encargados de la mímica de a cara y de las funciones de masticación. Así, la posible pérdida de este hueso es más compleja si estos músculos se mantienen activos.
La intensidad de la reabsorción que se va a producir en la región maxilomandibular tras perder los dientes va a depender de diferentes factores, algunos generales como puede ser el sexo de la persona o la edad o bien locales, como puedan ser los traumatismos.
Además, la manifestación de esta reabsorción va a ser diferente, habitualmente, en los huesos de la mandíbula y del maxilar. En el maxilar el hueso residual aparece más estrecho en la arcada dentaria y en la mandíbula, en cambio, se ensancha. Estos cambios en la estructura ósea del paciente hay que tenerlos en cuenta tanto en el diagnóstico como en la planificación del tratamiento con implantes.
No tener dientes naturales es una experiencia poco agradable para cualquier persona. Pero actualmente la Implantología dental ha evolucionado de tal modo, que podemos devolver a nuestros pacientes una mejora importante de su calidad de vida. Por ello, la escasez o ausencia de hueso no es un inconveniente para la colocación de implantes.